Dolores Leis

"No importa cuán lentamente avances mientras no te detengas"

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Espacios

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Hace un par de horas tenías la entrada perfecta para el blog. Hablabas de puertas y ventanas. Sus dos posiciones en el plano del papel: entreabierta o cerrada.

Después de planchar  y guardar la ropa del tendedero plegable, que desde hacía tres días se hermanaba con tus libros, cambiaste esos espacios por otros abiertos. Sin posibilidad de puertas, ni cercados que encierren sentimientos.

Ahora no tienes entrada de blog, no tienes puertas, no tienes campo, no tienes nada.

Dolores Leis Parra

Vacío, silencio, frío

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Ropajes de gala tres días al año. Sí hay suerte y cae en sábado, uno más (el cuarto).

Antesala de aire puro, de calles silenciosas tras los días de bullicio que partieron con las fiestas de patrones o difuntos (da lo mismo).

Acodada en la barra del bar la calle solitaria. Un desierto de alquitrán desnudo de pisadas. Tacones rotos que, como migas de pan (de un cuento), no llevan a ningún destino.

Noche de frío y ausencia en la que sólo queda el consuelo del sueño (y los sueños).

Tormenta tropical

mujer y lluvia triste

El corazón encerrado en una tormenta tropical, arrastrando tornados que ocultan la salida. Un encierro curioso, sin barras de acero que llamar cárcel y sin barrotes dorados que nombrar jaula. Tiene comedero, bebedero y una jibia para que afiles las penas y puedan clavarse más hondo.

Una prisión enredada en años de hacer lo correcto, sonreír a las desdichas, poner buena cara a los problemas y mirar a otro lado… Por si acaso.

Cambiar de domicilio como quien cambia de religión o ideología política.

Criar hijos que, como cuervos, te sacarán los ojos por no aceptar, que la misma libertad que un día demandaron para ellos, necesitas para ti.

El corazón encerrado en una tormenta tropical. Una suerte de tifones que envuelve el caos. Un estado que cuando se calma, huye despavorido buscando de nuevo el huracán.

Dolores Leis Parra

Lluvia

lluvia de pasion

Miró por la ventana, el bosque se extendía a sus pies.

Sabía que era un bosque porque los libros que la rodeaban así se lo habían dicho. Sabía incluso distinguir cada una de las especies vegetales que componían ese bosque.

Aprendió que los árboles podían ser de hoja caduca y de hoja perenne. No era difícil, solo debía aguardar a eso que llamaban «Otoño» para distinguirlo.

En el invierno vio como los denominados abetos cubrían sus hojas con un manto blanco nombrado «Nieve», agua solidificada fría y húmeda.

Tropezó en los libros con el significado de su nombre.

«Lluvia: Precipitación de agua de la atmósfera que cae de las nubes en forma de gotas.»  Aquel día dejo de ver el bosque para mirar al cielo.

No siempre había nubes y de haberlas nunca eran iguales. Aprendió a distinguir esas que la nombraban. Grises y compactas. En algunas ocasiones su nombre caía manso y apaciguado; en otras, torrente enfurecido, arrasaba la tierra haciendo peligrar los arbustos más débiles.

Mil veces estuvo a punto de sacar la mano por esa ventana y sentirla. Mil veces la metió en el bolsillo esperando que pasaran las ganas.

Lluvia conocía el mundo desde los libros.

Lluvia veía el mundo a través de un cristal.

Aprendió a distinguir la primavera del verano por la inclinación de los rayos del Sol que entraban en la habitación. Por el verdor de las flores, por el cantar de los pájaros.

Vivía encerrada en su torre de marfil.

Lluvia nunca abriría la puerta de su mazmorra.

El bosque mágico

 

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Saliste de casa tan presurosa que llegaste a la cita demasiado temprano. Lo comprobaste al mirar la hora en el reloj.

Subiste las escaleras…

Bajaste…

Volviste a subir…

Silencio en aquella hora temprana de verano. Ningún corredor se anima a madrugar y cumplir los kilómetros establecidos antes de que el sol haga imposible la carrera.

Bajaste las escaleras…

Subiste…

Volviste a bajar…

Una carretera ausente de coches en aquella hora temprana de verano. Un maldito autobús que pasó a deshora llevándote al destino demasiado pronto. Lo comprobaste al mirar de nuevo la hora en el reloj.

Subiste las escaleras…

Bajaste…

Volviste a subir…

Silencio desde la baranda de madera que permite ver en el cercano parque un velador vacío. Horas después cambiarías el café por acariciaros el desnudo antebrazo con la yema de los dedos, ante la mirada indiferente de una pareja que decidida a quemar los excesos de la noche, corre.

Bajaste las escaleras…

Subiste…

Volviste a bajar…

Silencio…

Miradas al camino…

Sonrisa…

Abrazo…

Lenguas que se reconocen…

Cuerpos que se acoplan…

Pinos, tierra y rocas…

El bosque mágico.

Dolores Leis Parra

Reportera en Pandora Magazine

Quiero compartir con vosotros una noticia que me hace especial ilusión. La revista Pandora Magazine me ha ofrecido la posibilidad de colaborar con ella cubriendo algunos eventos literarios de los muchos que se realizan en Madrid.

Esta mañana ha tenido lugar la prueba de fuego. En el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Callao se fallaba el I Premio Dos Passos de primera novela, y allí estaba yo, libreta en mano para tomar nota e informar de todo lo que sucedía.

Os dejo el enlace a la crónica. Ojalá os guste porque para mí ha sido una satisfacción cubrir este acto, el primero de los muchos que espero compartir con vosotros.

Fallo del I Premio Dos Passos a la primera novela

El mismo aeropuerto

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Otra madrugada y el mismo aeropuerto…

La misma despedida que se repite una y otra vez. La que no pude darte.

Nuevo destino y otra aventura…

Y yo aquí, en mi Madrid; con estos pies de cemento que se agrietan bajo los hielos del alma y muñones en la espalda. Unas incipientes alas de papel cebolla.

Dolores Leis Parra

Hoja en blanco

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Los asiduos al blog habréis notado que hace días no publico ninguna entrada.

No son falta de noticias, ni siquiera de palabras. Culpemos al tiempo que en estos días ha corrido en mi contra. O a mi cabeza, que está pero no está, persiguiendo sueños y quimeras en el complicado devenir literario.

Hace días que no subo entrada al blog y eso no es bueno, porque una hoja en blanco no invita y cada invitación no entregada, es un lector que se pierde entre las imágenes del televisor.

Dolores Leis Parra

Aeropuerto

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No necesitas despertador. La noche ha sido un sinfín de sobresaltos para evitar quedarte dormida. Quince minutos antes de que la alarma suene, ya estás en pie, ahogando en agua fría las últimas lágrimas, peinando la maraña de despertares que se enredaron en el cabello.

Vuelo (…) destino (…)

Clavas la vista en el café, que ya frío, refleja el agotamiento de tu mirada. Apuras el vaso y te levantas, empujando con desgana la maleta hacía la salida.

Hoy también te faltó valor para levantar el vuelo.

Dolores Leis Parra 

 


 

Breves

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Hoy, pasada la media noche soy todo tacto.
Manos que sujetan manos,
que acarician manos,
que añoran manos.

¿Puede la lluvia hermanar ciudades o personas?

Seis renglones tachados cubren la cuadrícula del cuaderno, no consigo escribir nada coherente.
Tinta azul que oculta las únicas letras que no debo pronunciar, las que contiene tu nombre.

Cuatro días de una vida.
Cuatro manos.
Dos miradas.
Mil palabras.
Millones de sonrisas.
Cuatro días y una vida.
Ni un día más.
Ni una vida menos.

¿Cómo escribir el deseo, la necesidad, las manos enlazadas, los besos con lengua, los besos sin lengua, su lengua en tu piel, su piel en tus manos…

– Disculpe señor pero debe marcharse, el olfato me dice que alguien se está enamorando en esta cocina.
Y cerró con tanta violencia que el corazón quedó atrapado en el quicio de la puerta. Ni dentro, ni fuera.

Dolores Leis Parra

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