Riqueza
No pedían demasiado: un techo, pan, queso y en las tardes, un vino tibio o una cerveza helada mientras escuchaban el ronroneo del mar.
Eso en cuanto a lo material, porque el resto formaba parte de su liviano equipaje: risas, bailes, abrazos, amor, y el don de sus manos, capaces de dar forma a la creatividad que la Divinidad les había regalado.
Dolores Leis Parra