Regreso a «Brooklyn»
El sueño de todo inmigrante es regresar a su país. Desde mi condición de inmigrante esa frase suena a tópico porque ni todos quieren regresar, ni todos se consideran inmigrantes más allá del papel que otorga extranjería y les etiqueta como tales.
Inicié el viaje de retorno con ilusión y miedo a partes iguales, ilusión de ver a los míos, miedo por no saber que encontraría en la ciudad que abandoné hace meses. Partí con billete de vuelta, temerosa de que el azar y el destino me enredaran impidiéndome el regreso, envuelta, tal vez, por el aire de Brooklyn, película que había visto justo antes de mi partida y que tan similar imaginaba en forma y fondo a la vida que dejaba al subir al avión.
Pasaron los días, disfruté de mis hijos, de mis padres y de esos amigos que se cuentan con una mano y sobran dedos. Recibí llamadas inesperadas que me alegraron la jornada y los días venideros, también ecos y runrunes que lejos de hundirme fortalecieron mi espíritu. Y aquí estoy, vuelvo a ser una inmigrante que se busca la vida lo que significa, a todas luces, que tengo vida y eso es más de lo que muchos pueden decir.
Dolores Leis Parra