Dolores Leis

"No importa cuán lentamente avances mientras no te detengas"

Archivar para el mes “diciembre, 2014”

Un lugar llamado Navidad

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El hilo musical procedente del chiringuito llenaba la playa de villancicos. Te levantaste molesta, sacudiste con furia la toalla sin importarte llenar de arena a tu colorado vecino que, dormido como estaba, ni se enteró. Calzaste las chanclas, rebuscaste en el bolso de playa hasta dar con una camisola floreada que aún no lograbas entender por qué habías comprado y guardaste, como si se tratara de un trapo, la toalla húmeda.

Consciente de que en el otro hemisferio también era Navidad, te negaste a creerlo. Esas fechas son sinónimo de invierno, de frío, de nieve si vives en el norte de Europa, de lluvia si habitas en el sur. Abandonaste tu país huyendo de la última. Buscabas tres cosas: calor, playa y un nativo que te hiciera compañía. Las dos primeras las habías encontrado, la tercera estaba resultando más difícil de lo que imaginabas.

Le viste a lo lejos. ¡Uno más! Hubiera resultado gracioso si no fuera porque huías de las barbas canas, los trajes rojos de ribete blanco y los gorros con pompón. En un momento de debilidad, casi sentiste lástima. Cincuenta grados y en traje de franela.

A diferencia de otros con los que te cruzaste a lo largo de la mañana, éste parecía sentirse cómodo dentro del disfraz. Sonreía, a diestro y siniestro, provocando la risa de algunos muchachos que, en bermudas, jugaban a la pelota en el parque.

Venía hacía ti, calculaste los pasos. Diez, doce como mucho, antes de que tropezarais. A tu derecha una vía de escape pero otro títere vestido de rojo tapaba el camino y no sólo parecía incómodo, también incomodaba.

Optaste por el mal menor. Continuaste de frente. Al llegar a su altura te cortó el paso, hizo una reverencia y, dejando el saco en el suelo, te tendió una carta. La cogiste, asombrada. Sin decir palabra, Papá Noel sonrió y siguió su camino. Te giraste para preguntar pero sólo encontraste el paseo vacío.

No puedes huir eternamente de la Navidad. Allá donde vayas te encontrarás con ella. Regresa. El frío y la lluvia preguntan por ti.

Junto a la nota, un billete de avión. Destino: cualquier parte.

Caminaste hasta el hotel. Hiciste la maleta.

Regresar a casa era una opción; tan válida como cualquier otra.

 Dolores Leis Parra

Cuento publicado en Pandora Magazine (Especial Navidad)

Terminal 1: Llegadas

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El mismo aeropuerto. Terminal de llegada sin embarque ni partida.

El café, como en otras ocasiones, tibio. Doble dosis de cafeína que duplica la tristeza.

Distintas ganas de llorar. Las mismas lágrimas contenidas y, al final, una sonrisa forzada cuando ves que eres la última en la cola de los abrazos.

Dolores Leis Parra

 

 

El triunfo de la muerte

El triunfo de la muerte (fragmento)

El triunfo de la muerte (fragmento)

Diría que abrió los ojos, aunque era imposible, sólo tenía cuencas vacías. Una horda de esqueletos pugnaba por salir de los ataúdes que, en vertical, trataba de contenerlos. Él, sin embargo, lo había logrado. Quizá, en el momento del estallido, salió disparado fuera del tumulto; no lo recordaba bien… Estar muerto era muy confuso. En cualquier caso, tenía una nueva oportunidad de hacer todo aquello que, en sus escasos veinte años, no pudo. También fue mala suerte que el padre de aquella doncella le cogiera en actitud más que comprometida… Ni posibilidad de reparación o duelo: una daga que sacó de vaya usted a saber dónde le abrió la garganta… Mejor alejar esos recuerdos. No quería que nada enturbiara ese momento que, mirando el dispendio que había a su alrededor, se prometía divertido.

¡Y lo que son las cosas, mire usted! justito delante, el dueño de sus pensamientos. El espanto del hombre se hizo mayor cuando se le abalanzó. ¡Qué suerte! Aquel apocalipsis ponía frente a sí a su asesino. Escuchó los gritos de socorro que salían de su boca y, con huesos firmes palpó por debajo de la saya blanca que le cubría. Como no podía ser de otra forma, encontró la daga que, tiempo atrás, le mandó al otro barrio. Sin contemplaciones, ¡le rebanó el pescuezo!

¡Vaya, que mala suerte! Justo ahora tiene el viejo que dejar de pintar. Al menos, he podido vengarme.

Dolores Leis Parra

«El triunfo de la muerte» fue el cuadro elegido en Leer un cuadro del mes de diciembre. Encontraréis más información sobre este ciclo en:

http://www.cbrenan.com/LEER%20UN%20CUADRO.htm

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