Dolores Leis

"No importa cuán lentamente avances mientras no te detengas"

Encierro

Caí en el sueño de los tristes
de los desamparados,
en la soledad de una copa de vino,
en el humo que se escapa
por el patio de una comunidad de vecinos
que jamás se asoma a la ventana.

Soy el poeta fracasado de tus versos incipientes,
un nombre sin lápida
desmigando amor a los gorriones,
a los perros ajenos,
al nido de palomas,
al gato imaginario que un día
paseó por la plaza de la infancia y el recuerdo.

Dolores Leis Parra

El Loco y el Mundo


Ilustración: Zomí

Desaprender lo aprendido, desandar los pasos. Ir de la meta al inicio, del Mundo al Loco.
Desprenderse de lo impuesto, de los tesoros heredados, de las palabras nunca dichas.
Cometer errores, nuevos, por supuesto, no vale repetir.
Aprender de lo desaprendido y andar lo desandado en busca de la nueva senda. Volver al principio con la inocencia del Loco que te habita y en más de una ocasión has querido asesinar.
Desaprender, desandar, partir desde el viento al agua, del agua al vientre, del vientre a la matriz, de la matriz al óvulo y el esperma.
Dejar nuevas huellas, borrarlas para no perderse.
Viajar del Mundo al Loco y después, renacer.

Dolores Leis Parra

Primera línea

Héroes y villanos, con que facilidad se cambian los papeles.
He visto a aquellos que debían protegerlo arremeter contra el pueblo.
He visto al pueblo levantar la voz contra la injusticia, por la dignidad. Y he sentido el orgullo de pertenecer a este pueblo de luchadores.
He visto el abuso, la fuerza desmedida, las quemaduras, los perdigones, las cuencas vacías con lágrimas de sangre…
Me uní a la marcha en primera línea. Y me hice leyenda.
Más, al cerrar la puerta, en la soledad del cuarto, el protagonista de cómic que hoy me viste vuelve a ser el mismo joven asustado que despertó en la mañana… y amanece un nuevo día.
Nada ha cambiado, regreso a la calle con mi escudo de lata… PARE…
Miro a mi alrededor, no estoy solo, somos cientos, miles de ciudadanos gritando consignas, cantando, nadie sobra
Y el miedo se disipa, su fuerza me sostiene, una causa común, el pueblo unido que no se rinde, luchando por un Chile más justo para todos.

Dolores Leis Parra

La calma del desierto

Viajaba de Roma a Santiago cuando tras varias horas de vuelo el bullicio de los pasajeros se detuvo, las pantallas dejaron de brillar, los motores apenas se percibían, todo quedó en segundo plano, la calma se hizo palpable, el silencio audible, un momento mágico en el que creí que el sueño me había vencido (he aprendido a relajarme en los aviones, de las 13 horas que dura el viaje al menos nueve las paso dormitando) pero estaba despierta con una paz que jamás había sentido. Busqué el mapa de ruta, todos los aviones, de largo recorrido al menos, te muestran que parte del mundo sobrevuelas en tiempo real, no sé que esperaba encontrar pero no me sorprendió ver que estábamos atravesando el Sahara, ese inmenso desierto que a pesar de que algún tratado dice pertenecer a Marruecos, es territorio de libertad.
Ayer, viendo la película de John Wick le vi caminar por desierto y con cada uno de sus pasos rememoré aquella tranquilidad que me invadió lo que duró mi paso por el Sahara, pensé en que si me había sentido así volando sobre él que no sería el poner los pies sobre su arena y tomarla entre mis manos.
Los pensamientos siguen su lógica particular y saltan de uno a otro sin orden, por asociación de ideas y en la noche recordé cuando años atrás, paseando por el H2O de Rivas encontré una mini feria esotérica, en uno de los puestos te mostraban tu vida pasada, una antigua reencarnación; era poco confiable, ponías la mano sobre un semicírculo con luz y en pocos segundos aparecía impreso de dónde provenías, costaba 3 euros importe que mi bolsillo se podía permitir, la muchacha, más atenta al móvil que a mí, me tendió un papel con la información de la máquina adivina. Provenía de África, había sido vendida y transportada a Europa como esclava. En ese momento me visualicé con la piel negra, el pelo crespo y los dientes salientes (supongo que influenciada por las películas y series de esclavos con que nos invade la tele), ahora, después de sentir el desierto, pienso que pude ser una beduina, África es África más allá del color de la piel, cuyo cuerpo sintió el llamado de los ancestros, de la raíz tirando de mí. Y cobró sentido aquel sinsentido que me dijo la máquina.
Si un día piso el desierto espero volver a sentir esa calma, ese silencio y tal vez encuentre las palabras para transportaros a su magia, aunque para poder contarlo deba esperar a que, con el paso del tiempo, una imagen o un acontecimiento le vuelva a dar orden y sentido a mis pensamientos.

Dolores Leis Parra

Tejiendo en las alturas

Soy tejedora del viento,
Aymará me llaman, como mi pueblo.
Elevo mis brazos a los dioses del volcán
acarician mis pies los señores del desierto.
El altiplano es mi hogar
deambulando entre el frío y el fuego,
las tardes laborando con mis manos,
como hicieran los ancestros,
los ropajes que nos cobijan en invierno.
La sangre que cubre mis dedos
pinta el manto de atardeceres
y la leche, derramada de mis pechos,
tiñe la lana que forma las nubes
surcando el cielo.
Aymará me llaman, cómo mi pueblo,
¡Somos tejedoras del viento!

Poesía: Dolores Leis Parra
Coreografía: Alejandra Caverlotti
Música: Víctor Jara
Versión: Inti-Illimani
Bailarinas y figuración: Madres y apoderados 1º Medio A Liceo Bicentenario Talagante

El beso de Marte

Si el mar está calmado
no pongas rumbo hacia la costa
rodéate de olas que amurallen el corazón
haz crecer un foso entre tú y las rocas.
No prestes oído a los cánticos del faro,
su melodía siempre engaña a los incautos,
ni permitas que te deslumbre la luz
que envuelve a las sirenas,
te obligarán a encallar en el latir de su cabello.
No dejes que la brújula enloquezca
Marte está demasiado escondido
para encontrarlo sin ayuda de unos versos.

Dolores Leis Parra

Mujeres

Soy las mujeres que alguna vez
vieron en mí los hombres,
soy aquella que besaste
con sabor a vino tibio,
aroma de tabaco y fuego en la espalda,
soy todas las que me nombran y habito,
también la que quiso ser dios
y sólo fue ella misma.

Dolores Leis Parra

Somos leyenda

Siempre he creído en los poetas malditos, para mí es grata y tranquilizadora su lectura porque no pretenden dar ninguna lección de vida, ni mostrarte un mundo rosado que las más de las veces no pasa de ser un rojo desteñido. Ellos, los malditos, no pintan el universo como la panacea para todos tus problemas, al contrario, te hablan de fango, de miedo, de adicciones, tormentos, bucles, paranoias, más miedo. De la culpa que acecha detrás de una copa de vino, del pánico al escuchar la sentencia de una prueba médica, del amor que te abandona o del abandonado, de tantas pérdidas…

«Tú también eres una poeta maldita, has sido alcohólica, te has marcado una buena colección de cagadas, has visto monstruos en los espejos…»

Cierto que fui (¿es correcto usar el pretérito?) maldita, más en esa época no era poeta, entre la bruma de cervezas y gin-tonics, con la vista fija en una lámpara que no dejaba de girar, se perdieron el total de los versos, sin fuerzas ni conciencia para llevarlos al papel. Ahora escribo poesía, sé que ningún universo me va a dar por arte de magia lo que deseo, que odiar forma parte del ser humano y es necesario en algunos momentos para no perder la cordura, que el que da amor no siempre es pagado con la misma moneda y que a las mejores personas (casi) siempre les caga la vida.

Quizá la figura del poeta maldito sólo sea una leyenda pero me gusta pensar que es real y que alguna vez fui uno de ellos.

Dolores Leis Parra

 

Tantos cantos y un puente en la A-3

 

Bello canto
y como todo lo hermoso
se equivoca,
si alguien estorba en su ecuación
eres tú que regresaste
para elevar al cuadrado la incógnita.

Nada detiene a la muerte
ni siquiera un puente
de la autopista de Valencia.

Hay muchas formas de morir:
los barbitúricos de la Pizarnik,
las olas de Alfonsina,
el salto al océano de Hart Crane,
el arsénico de Chatterton,
las venas cortadas de Fabrice,
el disparo de Rigaut,
la soga de Arnero.

Morir, como Larra,
la Woolf,
Mishima.
Tantas muertes por cantar…

Revive su muerte
y tú la escuchas
en el canto de la lluvia,
en el humo del cigarro,
en ese puente que separa
Moratalaz de Vallecas.

Dos caras en una sola moneda.

Dolores Leis Parra

Sopa de letras

Hacía algunos años que no lograba sentirme orgullosa de mi trabajo -cuando  hablo de trabajo me refiero al de escritor que, al fin y al cabo, trabajo es-, poesía, novela, relatos, el blog, todo se me hacía un mundo y nada de lo que quedaba plasmado en el universo virtual me hacía sentir conforme, unas veces porque mostraba más de lo que deseaba, otras porque me resultaba tan frívolo y lejano que no conseguía reconocerme en los textos; y yo no concibo escribir desde la distancia, sobre todo si hablamos de poesía; o está inundada de alma o es papel mojado (por supuesto una opinión personal que admite discrepancias).
Me costó mucho dar por terminado el poemario, confieso que todavía añado algún poema nuevo que se gesta en el insomnio y nace con la mañana, pero no puedo evitarlo, siempre me pregunto si los elegidos son los que deben estar y ante la ambigüedad de la respuesta lo dejo tal cual, relajarse o morir.
Pero a lo que iba que me pierdo, en los últimos tiempos he tenido la fortuna de que la Gaceta Peuco Dañe compartiera uno de mis poemas, de que otro haya sido seleccionado entre más de 1100 para formar parte de una antología de versos de amor que editará Diversidad Literaria, de terminar el citado libro de poemas, de retomar el blog cuando, por problemas tecnológicos, lo creí perdido, de impartir un taller de lectoescritura a niños de básica en el Liceo Luis Humberto Acosta en El Monte, por cierto, taller en el que todos aprendemos, yo la primera…
Confieso que hacía muchos años que no conseguía valorar mi trabajo, pensaba que si el reconocimiento no venía de fuera era un reconocimiento sin valor pero cuando empecé a creer de nuevo en lo que escribía, a dejar de temer a las palabras y a los sentimientos que estas mostraban, cuando recuperé la diversión que para mí siempre supuso sentarme frente a una máquina de escribir, logré dejar atrás toneladas de miedo y quintales de duda, y hoy, después de recibir tanto cariño y afecto por parte de amigos, conocidos y contactos de las redes sociales que se alegran conmigo de mis pequeños logros, me siento recompensada por todos esos meses en los que anduve perdida en el mar de las letras cual sopa en busca de lápiz que encontrara las palabras escondidas.
Gracias a todos los que estáis, también a los que son aunque no están.

Dolores Leis Parra

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