Dolores Leis

"No importa cuán lentamente avances mientras no te detengas"

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DESENFOCADA

Tengo la energía dispersa.

Mientras el gato se tumba en mis piernas miro al techo buscando el sueño que no llega.

Intento meditar, la lista del súper se mezcla con el detergente de la lavadora. Mejor elijo un mantra, su cadencia ayudará a relajarme.

Sin saber cómo salto a la música de Gepe, al darme cuenta regreso al centro y lo intento enfocándome en un punto de luz, parece laser en tarde de feria, me marea.

Regreso al mantra, esta vez voy a conseguirlo, estoy a punto cuando Mon Laferte y Jorge Drexler me piden una noche de asilo, se jodió el mantra.

Desisto.

Me entrego a la mente mono y sus caóticos pensamientos.

Mañana será otra noche.

Dolores Leis Parra

ASILO

Dame una noche de asilo en tu regazo
Esta noche, por ejemplo, dejemos al mundo afuera
Abre tus brazos, ciérralos conmigo dentro
Solo unas horas y luego cuando amanezca yo pondré una cafetera
Y abre llevado esta nube hacia otro cielo de nubes pasajeras
Si el sueño pierde pie, resbala, queda colgando de un hilo
Prefiero una noche entera en vela, a tener el alma en vilo

Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo

Dame un remanso
Yo te daré lo que tengo
Este amor que no me explico
Pasan los años, y sigue a espaldas del tiempo
Quiero que me hables del tiempo
Que te desnudes como si fuera algo corriente
Como si verte desnuda no me aturdiera tan sistemáticamente
Tu piel me sea desconocida, me deje siempre intranquilo
Prefiero lamer después mis heridas a que tu amor pierda filo

Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo
Dame una noche de asilo

Compositor: Jorge Drexler

¡AL ABORDAJE!

Siguiendo la Ruta de los Libreros navegué desde el mar de Providencia hasta el océano de Santiago Centro.

Abordé galeones nuevos y de viejo regresando a puerto con un botín digno del rescate de un rey.

¡Ron, la botella de ron!

PROMESAS

Fotografía: archivo de internet

Hubo gemidos, roces y sudor. También el sonido de la cama que se negaba a ocultar el deseo del amor prohibido… Y luego silencio.

Alargó la mano para coger un cigarrillo. Hacía años que habías dejado de fumar, pero el olor del tabaco te trajo recuerdos que resultaban molestos; es por eso que, con suavidad, lo retiraste de sus dedos antes de que lo encendiera dejándolo sobre la mesilla que había junto a ti.

― Quiero que me prometas dos cosas.

Te pusiste sobre el costado derecho, la cabeza apoyada en la mano tras flexionar el codo, con la otra dibujabas bucles entre el vello cano que cubría su pecho. Te sonrió con esa sonrisa que tanto te gustaba, pero no dijo nada. Nadie promete algo sin saber primero de que se trata.

― Prométeme que no pasará un solo día, sin que me des los buenos días o las buenas noches. O las dos cosas…― hiciste una pausa, él asintió sin dejar de sonreír ―. Y prométeme también que te enamorarás de una mujer que te haga feliz.

Se le congeló la sonrisa y sus ojos se velaron. Suave, pero firme, te empujó hasta quedar sobre ti, era irresistible el deseo de besarle.

― Lo último no voy a prometerlo, pero ten por seguro que mi mensaje será lo primero que veas al despertar y lo último antes de ir a dormir.

Queda un mensaje mudo en el teléfono, nadie pulsa para abrirlo. Un fugaz destello de la única vez que compartieron algo más que café.

Eras un cadáver con una linda sonrisa.

Dolores Leis Parra

HISTORIAS DE HOSPITAL

Llevaba ingresado varios días, problemas de colon, nada grave.

Le vino a la memoria la melodía de aquella canción de Serrat, niño, deja de joder con la pelota.

El rumor corría de boca en boca por la cuarta planta del hospital. Algunos enfermos pedían al personal que lo echaran para poder descansar, ignorantes de que su presencia era sinónimo de descanso eterno.

¡Niño, deja de joder con la pelota!

Con lo largo que era el pasillo y la tuvo que dejar, justo, en el borde de la escalera.

Dolores Leis Parra

LA HISTORIA INCONCLUSA

Hace mucho tiempo tuvo un canario, era blanco con una pequeña mancha amarilla en las alas, le llamó Gorgorito, nombre infantil, era una niña. Por años alegró sus mañanas. Cuando enfermó, el padre lo llevó a la pajarería, no quería que le viera morir. El pie que sostenía su jaula reposó sin remordimiento en la calle, entre el resto de la basura.

De adolescente fue un pez quien le hizo compañía, era pequeño y naranja al que bautizó con el nombre de Golfo. Habitaba una pecera sobre la mesa del salón. Cada tres días, religiosamente, le cambiaba el agua que previo oxigenaba en la terraza, durante la maniobra Golfo se posaba en su mano confiando de que nunca le haría daño. Ella vivía con el temor de que le pasara algo. Al morir, meses después, no sintió nada cuando su madre le dijo que se había deshecho del cuerpo tirando de la cadena del wc.

Ahora, en la vejez, tenía un gato gris tan anciano como ella cuyo nombre no me reveló. Esperaba que el animal le sobreviviera y no tener que contarme el final de esa historia. No imaginaba mayor dolor que amortajar el cadáver de quien se ama.

-Dolores Leis Parra-

El Loco y el Mundo


Ilustración: Zomí

Desaprender lo aprendido, desandar los pasos. Ir de la meta al inicio, del Mundo al Loco.
Desprenderse de lo impuesto, de los tesoros heredados, de las palabras nunca dichas.
Cometer errores, nuevos, por supuesto, no vale repetir.
Aprender de lo desaprendido y andar lo desandado en busca de la nueva senda. Volver al principio con la inocencia del Loco que te habita y en más de una ocasión has querido asesinar.
Desaprender, desandar, partir desde el viento al agua, del agua al vientre, del vientre a la matriz, de la matriz al óvulo y el esperma.
Dejar nuevas huellas, borrarlas para no perderse.
Viajar del Mundo al Loco y después, renacer.

Dolores Leis Parra

Encuentro

Imagen de google

Pregunté, como se me dijo en el email, por la dueña del departamento, supe que había habido un error en las fechas y no me esperaban hasta el día siguiente aunque, por fortuna, la que iba a ser mi casera se encontraba en casa, la curiosidad del joven pasó por indagar si era «la española», como si sólo mi nacionalidad fuera importante en esa situación, para replegarse de nuevo en el silencio de los monitores que vigilaban los largos pasillos y al negocio que se cocía en su teléfono móvil.
Dos perros, uno blanco y otro negro, precedieron en las escaleras primero unas piernas, luego un grueso chaquetón de hombre para finalmente dar paso al rostro que intentaba ocultar la vejez con una capa de maquillaje de colores imposibles, pero lo más llamativo no era la pintura grotesca que cubría sus párpados o labios, sino la mata de pelo rojizo cardado que más parecía sacado de una tienda de disfraces que cabello natural. Soy coja, me dijo a modo de saludo, aunque yo nunca percibí su cojera, al contrario, siempre me costó seguirla el paso.
En España decimos que más sabe el diablo por viejo que por diablo; esa mujer, además de vieja, era la reencarnación femenina del demonio y yo, sobradita como llegué, creyéndome de vuelta de todo, caí de bruces en sus garras.

Dolores Leis Parra

Reflexiones sobre la muerte

 

No es la muerte, es ese miedo a reencarnarse en otro cuerpo que nunca recordará quien fuiste, los momentos que viviste ni lo que sentiste mientras los vivías.
No es la muerte, es el miedo a perder la identidad, son los recuerdos que abandonan el espíritu, ocultos en los bolsillos de ese traje que llamamos cuerpo y que, como él, serán devorados por las llamas o los gusanos.
No es la muerte, ni el dolor por los que quedan, es despertar y no saber en quien te has convertido ni que cuota de felicidad y sufrimiento te tocará pagar en esa nueva vida que te ofrecen.
No es la muerte, es el temor del más allá y la certeza de la desmemoria.
No es la muerte, es el olvido.

Dolores Leis Parra

Teatro

«A mi padre»

Regreso al blog con la maldición de no ser yo quien escribe.
Este año planea la incertidumbre de la vejez y el olvido: esos fantasmas que nadie invita y se sientan a tu mesa; viajes nunca realizados a los que reclamas un regreso; teatros abarrotados, sin palco ni platea, dónde sentarse a disfrutar los entreactos de la vida.

Regreso al blog con ese filo de amenaza: un umbral con salida al precipicio y el castigo de la muerte acechando entre bambalinas.

Dolores Leis Parra

Relatividad

Quien sabe lo que nos depara el pasado.
La frase no es mía, la he leído de un contacto que a su vez lo leyó en fb y me parece una frase genial, ¿qué es el futuro sin pasado? A veces hay que vivir el pasado y el futuro en el mismo plano, por igual y en paralelo, ambos son giros de una moneda lanzada al aire.
Se dice que somos la consecuencia de lo que decidimos en el pasado, no sólo ese pasado que recordamos y engloba nuestra niñez y adolescencia, no sólo de esos pasos certeros o equivocados que dimos en la vida adulta; también de todas las elecciones de las muchas vidas que nos tocó vivir en distintas épocas y con distintos cuerpos.
Podemos creer que el cuerpo que lucha por la supervivencia en este plano es el mismo que, en otras dimensiones, se manifiesta como envoltorio de una mente que necesita diferentes sueños para ser feliz de los que somos conscientes aquí y ahora… también podemos no creer.
Es cierto que nadie sabe lo que nos depara la vida, ni pasada ni futura ni presente por que éste cambia con un suspiro, una palabra, una lágrima… El presente es el más efímero de los tiempos y quizá por eso nos cuesta tanto vivir en él, es más sencillo regresar al pasado que, en su intemporalidad, se hizo eterno o renegar de ese futuro, de equilibrio incierto, en que se transforma la lágrima al deslizarse por la mejilla, y mientras, en un brevísimo lapso de tiempo nos asalta la inquietud  de no poder responder la más sencilla de las preguntas: si nos anclamos al pasado renegando del futuro ¿qué sentido tiene desafiar al presente?, y como no encontramos respuesta relativizamos, cual genio loco, los conceptos espacio-tiempo y seguimos respirando.

Dolores Leis Parra

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