Dolores Leis

"No importa cuán lentamente avances mientras no te detengas"

Archivar para el mes “marzo, 2014”

… Simplemente fueron.

Anoche, había alguien en la casa.

Primero inundó mi sueño de pesadillas, buscando, logrando que despertara. Luego, como niño caprichoso, jugó con el fuego de la estufa. Hacía señales con la luz; me llamaba. Pero yo, cobarde, sin moverme de la cama, apenas deslizando fuera del cobertor la mano diestra,  conseguí escribir estas palabras, dando fe que no lo estaba soñando.

Espíritus que regados por la luna, nacen, crecen, se reproducen… escapan en algunas ocasiones de su mundo paralelo para mezclarse con el mío. Solo yo, en los ruidos de la noche soy capaz de presentirlos.

Muertos viviendo entre sombras, habitando el lugar dónde un día fueron felices. O tal vez no… Simplemente fueron.

Dolores Leis Parra

 

Entrevista

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Si queréis conocerme un poco mejor os invito a leer la entrevista que Irene Rohs publica hoy en su blog «Mi Rincón de los Libros»

http://lectura.elcontenedor.net/la-entrada-del-jueves-entrevista-a-dolores-leis/

Realidades

Preguntas en que pienso y yo invariablemente contesto que en nada. Mi cerebro desbocado salta de una cosa a otra, canciones, citas, situaciones,  recuerdos… y no soy capaz de poner una brida que frene tanta actividad. Me agoto y siento que el cerebro va a estallar en pedazos.

Esta tarde te contaré una historia, tal vez real, o quizás fruto de esos largos paseos solitarios con que me regalo desde que no estás. No me juzgues ni taches de cruel porque la narre bajo el disfraz de la indiferencia, me conoces lo suficiente; tal vez me he endurecido con los años pero créeme, tú has sido el culpable en gran medida.

Nunca me ha gustado beber en soledad. Me asusta el vidrio indefenso en las manos, pero más me asusta el reflejo que la copa vacía devuelve al bebedor cuando la deposita sobre la mesa.

Aquella tarde, dejándome llevar por el torbellino de pasiones e ideas, pasé horas frente al ordenador; las frases fluían, encontraba la palabra exacta sin necesidad de pararme a pensar o tener que recurrir a google. Escribía sin parar, cerrando ideas, atando cabos sueltos. Me sentí tan dichosa con el resultado, que tras la palabra fin me regalé una segunda, o tal vez tercera copa de vino, brindando con la imagen sonriente que me devolvía el televisor.

La botella estaba más vacía que llena pero no importaba, en la bodega había muchas más para elegir. Apuré el contenido mientras sonreía imaginando la cara de mi editor cuando recibiera el manuscrito. En unos días empezaría su corrección y después camino del best seller (que esta vez estaba convencida) había escrito.

Quise brindar de nuevo, alargué el brazo para coger la copa y entonces… No, no vi mi vida pasar como si de una película se tratara. Mientras mi cuerpo se precipitaba sobre la mesa de cristal, visualice la escena en que Meg Ryan, borracha como una cuba, se precipita sobre la mampara del baño, y cae desmayada mientras cientos de cristalitos la rodean (tal vez no llega a romperse, pero en mi mente sentí las esquirlas clavarse sobre su espalda y la mía). ¿No sabe de qué le estoy hablando? ¿Acaso no ha visto «Cuando un hombre ama a una mujer» de Luis Mandoki? Pues le recomiendo que lo haga, yo desde luego, si pudiera elegir, quiero un Andy García en mi vida… En fin que estoy divagando, a lo que iba. Desperté cuando ya anochecía, el dolor de la mandíbula era insoportable, temí haber perdido alguno de los dientes pues el impacto lo había recibido mi cara.

A día de hoy, llevo meses sin beber… También sin escribir. Me da miedo poner la palabra fin a una obra porque eso me hará descorchar una botella de vino y apurar su contenido hasta perder la conciencia. Lucho a diario contra la batalla de las ideas, cientos, miles acuden a mis dedos… Mire, ni libreta llevo en los bolsillos para no sucumbir a la tentación de escribirlas. Precisamente ahora me vienen unas cuantas… La dejo antes de que se me olviden. No se preocupe, estaré bien, sólo quiero esbozarlas, no les daré forma. Todavía…

Un placer conocerla. Que tenga usted un buen día. 

Dolores Leis Parra

Pecados para una eternidad

No sabe que la llevó hasta esa ciudad, ni por qué compró aquel ático. Su única distracción es mirar desde aquella ventana acristalada y atormentarse añorando el mar. Cierra los ojos, se imagina viajando en un hermoso galeón que surca océanos de asfalto que mutan en agua; los coches semejan grandes olas que se elevan para desaparecer fundidas con la superficie salada y quebradiza que forma el suelo. Predomina el gris, pero no importa, ese color de la ciudad se asemeja al vestido por el mar en un día de tormenta.

Él sueña con escalar montañas. Altos edificios coronados en nieve, nieve que ensucia los pies desnudos de los sherpas; hileras de cuerdas anudadas a la cintura para alcanzar la cima, desde ese campamento base que no es otro, que la ciudad dónde habita. Sube la mirada, analiza como buen explorador la ruta a seguir, en lo alto la corona de laureles, el sueño conseguido. El último de los 8000 por conquistar.

Cruzan sus miradas. Ella ve un Neptuno que emerge del mar, en pos de un tesoro extraviado en su mundo de cuento. Él ve la cumbre anhelada, el Himalaya inamovible en que clavar su estandarte de conquista. Ella sale con prisa de casa, duda y el ascensor abre en ese momento sus puertas, nadie sale del interior es una invitación a entrar, acepta agradecida esa señal que se le ofrece. Él utiliza las escaleras, sabe que la recompensa será más hermosa cuanto mayor esfuerzo emplee en conquistarla.

Ella encuentra un portal vacío.

Él, una puerta cerrada.

De nuevo el destino, hado invisible y caprichoso cruza sus caminos para volver a separarlos. Les muestra lo que perdieron en otra vida. Caballero y plebeya. Pirata y princesa. Militar y guerrillero. Yeti y Ariel.

Se acaban las oportunidades, la engañifa del caramelo que se enseña pero no se da. Esta vez el destino, tampoco se ha mostrado generoso con ellos, no ha sentido compasión de su extravío, hado invisible y rencoroso, piensa que aún les queda penitencia por cumplir. Su pecado dista mucho de ser perdonado.

Dolores Leis Parra

Relato desvelado

Observar los libros en la noche desvelada, mientras otra respiración invade tu santuario.

Las estanterías, ordenadas a la luz del día, muestran un caos que se convierte en desconcierto al no saber que título abrirá sus páginas y te atrapará en su interior.

¿Terror, amor? ¿Acaso no se trata de lo mismo?

Un amor que aterroriza.

Un terror que enamora.

Libros que en la oscuridad profanan el sueño de los justos.

Te encuentras enterrada entre papeles y tinta, escribiendo un relato adormecido que se niega a conciliar el sueño.

Dolores Leis Parra

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